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Noctumbria- de Marta Rosa Mutti

 

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NOCTUMBRIA,  de Marta Rosa Mutti.

Cuentos y relatos góticos

 

A la venta en:

LibreríaAntígona: Las Heras 2597 - Ciudad De Buenos Aires

Librería Hernández: Corrientes 1436 - Ciudad De Buenos Aires

Librería Capítulo Dos: Cabello 3615 - Ciudad De Buenos Aires

Noctumbria, espacios de fuga casi imperceptibles que habitan en la penumbra. Intermitencias que toman por asalto y desarticulan a quien se atreve a las señales de lo siniestro.
Noctumbria: Cuentos góticos fantásticos.
Disponible en versión digital e impresa a través de Amazon:

ebook: https://www.amazon.com/dp/B08FLL27YC

Libro: https://www.amazon.com/dp/B08GVCCSB3

 

Va un adelanto…

Luna de Ángeles

(Fragmento)

(…) Sin mirarla salgo por la puerta abierta. Viene conmigo. Las dos vamos descalzas. De a poco nuestros pasos toman confianza, reconocen el camino, dejan de ser lentos, nos elevamos. Abajo un par de lobos miran y aúllan. Despiertan al hombre que extiende su brazo en busca de la otra piel. Los pliegues vacíos de la sábana dicen que me he marchado. De un salto deja el lecho. Enrojecido el cuerpo, los ojos fuera de las órbitas y los pelos ahora empezando a cubrir su cuerpo desnudo sin olvidar de dejar fuera cara, manos, pies. Lo imprescindible para marcar la fusión y corre, corre ahogando el bramido para no alertar a la jauría porque todavía no ha vuelto a ser uno de ellos. La que estaba adentro del espejo, la mujer blanca afirma, fue en luna de amor. Dice la otra que aún luce más negra bajo la luz del sol, jamás sabrá de su hijo. El cielo es territorio de ángeles…

*******

Noctumbria - Marta Rosa Mutti
Ilustración: Pablo Ontivero

Confesiones de la Muerte I

(Fragmento)

(…) En un momento los escalones crujieron. Sabía que estaba mirando por la ventana y lo llamó. Lo sorprendió verlo con el rifle en las manos. Dijo no te creí capaz, y se le pegaron los labios. Creo que cerró los ojos. No pude observar bien, me distraje mirando esas palabras en su cara. No llegó a disparar. El viejo perdió el equilibrio, cayó y la cabeza reventó sobre el patio adoquinado. Cerebro y sangre se mezclaron con los azahares del suelo. Les cambiaron el color y el perfume. El pibe lo cortó con una cuchilla y fue tirando los pedazos en la bolsa con los nidos. Después enfiló para el basural. Se perdió en medio de los pájaros y los deshechos.

“No hay dignidad”, reprocha la muerte. “Cualquiera te roba el trabajo, ni siquiera tenés derecho a un renuncio”…

 

 

*******

Mi vecino

 

Noctumbria - Marta Rosa Mutti
Ilustración: Pablo Wansidler

“Tenés un daño. Andás callado, pensativo, una sombra, cuesta creerlo. Te cosieron la boca con la de un sapo”.

Qué tipo mi vecino. ¡Qué se mete! Cuando consiga unos pesos saco el cerco de alambre y levanto una pared de ladrillos. Imbécil. ¡Qué tengo que ver yo con los sapos! Vivo con la mujer que quiero, la que tantas veces me dijo que no, que más adelante, que lo pensaría. Esperé, insistí, no abandoné la plaza. Fui paciente como Sancho Panza y no renuncié a mi sueño. ¿No entiende que estoy enamorado?, no tengo otra cosa en mi cabeza. Compré esta casa con el terreno libre en los fondos y lo llené de rosales porque las rosas negras la vuelven loca. La conocí en un puesto de flores del cementerio, un 2 de noviembre, había ido a recorrer las tumbas de puro aburrido. Me entretenía calculando cuál porcentaje ganaba, si el de las abandonadas o el de las visitadas. Me intrigan las que tienen parte de material y parte de tierra, por los restos, la lluvia y la humedad deben hacer estragos, calculo.

Para no herir susceptibilidades, compraba un ramo de flores, después las dejaba en la más olvidada nada más que para llamar la atención si pasaba alguien. Aquel día, parada frente al puesto, ella miraba las rosas negras y se le humedecían los ojos. No pude con eso, en silencio le puse un ramo en las manos y se lo regalé. Negras es una manera de decir, son de color rojo intenso, cerrado, tanto que a la vista se vuelven oscuras, misteriosas, raras. Ella es un poco así.

Cómo será de reservada que nunca me dijo a quién fue a visitar aquel día al cementerio, yo tampoco se lo pregunté.

Será por el oficio; es costurera. Sastrería fina para hombres. Su especialidad son las solapas y terminaciones. Impresiona la habilidad que tiene para puntearlas. Ahora mismo fue a entregar unos trajes. El taller queda en el centro de la ciudad, tiene para un par de horas entre ir y volver.

La tierra abajo de los rosales está demasiado blanda, como apisonada; tengo tiempo de removerla un poco, me dejo de pavadas y veo qué pasa.

¿Por qué no aparece mi vecino?

 “¿Qué tenés en las manos?”

Gracias al cielo, ahí está, había comenzado a resignarme para no dejar que esto avance.

No tengo fuerzas pero lo levanto, no sé cómo.

“¿Qué hacés?”

 No puedo contestar. Mi cuerpo solo responde a un impulso que lo agita y lo constriñe.

Descoso la boca pegajosa del sapo. Tiemblo. El papel sale entero, seco. Tiene escrito mi nombre.

¿Dónde está mi vecino? No escucho, me atrapa un escozor. Empiezo a sentir la humedad y la boca dura.

 

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