Dossier
 

Leonardo Luis Castellani fue un cura...¿Fue un cura...? En honor a la verdad fue algo más que un cura... Nació cuando agonizaba el siglo XIX, precisamente el 16 de noviembre de 1899, en Reconquista, Provincia de Santa Fe.
En su niñez perdió un ojo, que le fue reemplazado por uno de vidrio. Hecho extraño, anecdótico nomás. Pero es algo que nos muestra la entereza, el temple, el coraje y la lucha de un hombre inclaudicable porque con un solo ojo leyó, quizás, todo lo que un ser humano puede leer. Acumuló a lo largo de su vida una suma de conocimientos que sólo se pueden obtener con sacrificio y constancia. Características propias de una personalidad única, tal vez irrepetible. Sólo Dios lo sabe.
Fue sacerdote jesuita. Quizás la rama más ilustrada de la Iglesia. El 27 de julio de 1918 ingresó como novicio a la Compañía de Jesús en el Noviciado de Córdoba. En 1924 pasó al Colegio del Salvador en Buenos Aires donde enseñó Castellano, Literatura, Historia e Italiano. Por esos años publicó en la revista del colegio sus fábulas camperas. A fines de 1929 es enviado a Europa a perfeccionar sus estudios.
Estuvo en Italia, Francia, Alemania y Austria. ¿Paseando? No. Estudiando y perfeccionándose. En su estadía en Roma aparece el primer hecho curioso de este hombre monumental. En la ciudad eterna, se postula al examen Ad Gradué, el cual exige el conocimiento y desarrollo de temas tan especializados y difíciles que, en cada siglo, uno o dos candidatos se presentan a rendirlos; mas, en ocasiones, ninguno los aprueba. Castellán, con notas todas sobresalientes, obtuvo el título más alto que la iglesia católica otorga a los más sabios entre sus doctores. Este título es el apodado “diploma bulado” por llevar como protocolización el mismo sello de plomo de las bulas pontificias. En él, Su Santidad Pío XI y el General de la Compañía de Jesús, P. Wladimir Ledochowski, en 1931 acreditaron con su firma, que Leonardo Luis Castellani era “Doctor Sacro Universal”, título que habilita a enseñar filosofía y teología en cualquier universidad católica del mundo sin reválida. El eximio título de Doctor Sacro Universal, asimismo, le daba derecho a publicar sus escritos sin censura previa, en los países donde no hubiese otro título igual o superior al suyo. Superior, no existía ninguno; igual, nadie lo tenía en la iglesia americana desde el Descubrimiento hasta él. Doctorado que sumó a los que ya tenía: Doctor en Teología y Doctor en Filosofía.
En cuanto al pensamiento de Castellani, su época, sus contemporáneos y sucesores, como siempre ocurre, no lo entendieron ni lo apreciaron. Castellani no era un extranjero, era argentino. Pero, ¿cuántos argentinos saben quién era Castellani? O mejor sería preguntar ¿a cuántos argentinos les conviene que no se sepa quién fue Castellani? Tal vez las cosas sean como dice Irene Caminos: “No siempre que Dios envía un hombre con una misión peligrosa y difícil avisa previamente a las autoridades. No, en ocasiones, los autoriza directamente. Él mismo, con la perfección de su vida, con su capacidad, o con milagros: según los casos. Y las autoridades deben arreglarse con sus propios medios para reconocerlos".
Si las autoridades los desprecian, Dios permite que caigan en el peor error; y cometan el crimen más horroroso, que es matar al hombre de Dios, por ser de Dios. Matarlo con muerte física o con muerte civil, lo mismo da.
Parece increíble que Castellani, una de las inteligencias más finas y equilibradas del país, un prosista consumado, un ironista ético y sobrio, y una mente con la vocación especulativa de ver las cosas como son, no haya sido reconocido como Doctor y Profeta, por la Iglesia Católica, por la Orden fundada por Ignacio de Loyola, por la Iglesia Argentina establecida o por la Argentina oficial.
El tema central del pensamiento político de Castellani era el anti-liberalismo o, tal vez mejor, desde la fe y el pensamiento católico juzgaba al liberalismo como una etapa del proceso de destrucción de la Cristiandad iniciado por la Reforma protestante, continuado con la Ilustración y la Revolución Francesa, y que engendró al comunismo. El liberalismo ha hecho mucho mal en Argentina y otros pueblos católicos: “Una herejía medio católica, medio protestante y medio atea [...] vino a la vida justamente cuando nosotros los argentinos veníamos a la independencia. Nos hizo tanto mal como una damajuana de caña en una jaula de monos: y no nos arruinó del todo, porque por gracia de Dios aquí había fuertes vitaminas españolas. Y también había hombres que no eran monos.” En párrafos anteriores decía: “Esa obsesión de la libertad de un loco vino a servir maravillosamente a las fuerzas económicas que en aquel tiempo se desataron, y al poder del Dinero y de la Usura, que también andaban con la obsesión de que los dejasen en paz”.
En resumidas cuentas, y ante el olvido, a Castellani bien puede aplicársele el pensamiento de Jonathan Swift, Irlanda, 1667-1745...”Cuando en el mundo aparece un verdadero genio, puede identificársele por este signo; todos los necios se conjuran contra él.”

El zorzalito, Cuento

Salió del nido una tarde de verano, dio un revuelo con sus alas todavía un poco inseguras, se sentó en la copa del aguaribay, emitió un silbido agudo que hizo callar atento a todo el monte, y después ensayó un gorjeo y luego un trino que salió lleno y limpio como el viento de la tarde entre las hojas.
Él mismo extrañaba la potencia y agilidad de su garganta. La Calandria, para oírlo mejor, voló hasta su rama en silencio. El Zorzalito entusiasmado había iniciado una magnífica sinfonía. El zumbido de la brisa, las quejas de las hojas, la orquesta rumorosa del amanecer, el aliento de la noche estrellada, el grito de los árboles bajo el sacudón de la tormenta, todas las hondas impresiones que había recogido en su nido, pasaron a su garganta y se vertieron en el silencio crepuscular convertidas en sonidos tan hermosos que la Calandria creyó que ella misma nunca había entendido el monte hasta el momento...
Calló el Zorzalito y se hizo un silencio armonioso en el monte. Y entonces un Gorrión superficial que no entendía de música, exclamó bruscamente:
-Qué feo queda. Cuando hincha la garganta parece un sapo.
Y la Calandria, el Jilguero, el Tordo, el Cardenal y el Boyero, que entendían de música, arrobados en su admiración, no dijeron nada.
El Zorzalito levantó el vuelo todo cortado, y se perdió a lo lejos convencido de haber hecho un papelón. Y desde aquel día ya no cantó jamás. Porque cuando el corazón le pedía canto, le venía a las mientes la imagen de la garganta del sapo y el alma se le caía a los pies, amargada para siempre por aquella primera y repentina desilusión...
Los que entienden, que alaben a los que valen, no sea que vengan los que no valen y se hagan dueños del mundo.


¿Quién fue Castellani? - por Norberto Buscaglia

FUENTE: LEONARDO CASTELLANI, Camperas, Buenos Aires 1931