
El siglo XX nos dejó modificaciones importantes. El
hogar, la familia, son los más claros exponentes. De un
ambiente estructurado se llega a otro, donde comienza la
liberación del individuo y la búsqueda de nuevos caminos.
Una diferencia muy marcada en este cambio, es la del
lenguaje, oral y escrito.
La retórica, las palabras rebuscadas que alimentaron al
barroco, fueron suplantadas por el romanticismo, un
movimiento literario importante sustentado por una
filosofía: “El hombre en busca de la voz del alma”.
Luego el modernismo, alambique de influencias diversas,
donde la realidad y la ficción se fusionan permanentemente.
Y llega el cambio fundamental del lenguaje.
En la era del conocimiento rápido, los medios de
comunicación satelitales y la cibernética permiten, que en
el mismo momento en que acontecen los hechos, lleguen a
conocerse.
El idioma se extranjeriza, se incorporan palabras que
no nos pertenecen y que es necesario conocer para acceder
al mundo virtual. Al no entrar en éste, el individuo parece
quedar al margen de la realidad.
La adolescencia se vuelca a los juegos “on line”, donde
la imagen suplanta al texto. Casi todos ellos requieren de
la agresión como medio para lograr el objetivo. Ante esto,
vemos cuán lejos quedaron los libros de aventuras. Si bien éstos tenían su cuota de lucha, de ataque y defensa, no era tan relevante, dependía de la imaginación del lector. A
partir de este facilismo, se lee cada vez menos y es común
encontrar jóvenes que desconocen hechos salientes de
nuestra historia.
Es lamentable la adopción de un lenguaje chabacano,
que es la constante en algunos programas televisivos y
radiales de consumo masivo. Otra modalidad es la
deformación sintetizada del lenguaje que utilizan en
Internet.
Escritores, como el destacado autor argentino Roberto
Fontanarrosa de larga trayectoria y expositor en el III.
Congreso Internacional de la Lengua, realizado en la
ciudad de Rosario, habló de la no existencia de malas
palabras y fue claro en su exposición. Admitamos que no
es lo mismo la bajeza del lenguaje que intentar llamar las
cosas por su nombre.
La escritora Syria Poletti, dice de manera muy
acertada: “... La crisis global del hombre se refleja en el
embrutecimiento del lenguaje. La manera más directa de
desacralizar la vida es desacralizar la palabra... No podemos
restaurar valores si no restauramos el lenguaje. No va a ser a
través de la labor académica, ni por decreto oficial, sino a
través del poeta, del escritor que pasa las palabras por su
circuito interior y les otorga radioactividad expresiva”...
El lenguaje rueda por caminos intrincados.
Consideremos las ventajas de estos cambios. Accedemos
a más conocimientos, se amplía la conexión con el mundo
y otras culturas. La globalización nos enfrenta con la
decadencia de muchos valores. Por otro lado hay más
autenticidad. Los escritores y periodistas se atreven a
denunciar, a desenmascarar. La parte negativa es que la
prensa no siempre usa bien estos poderes y confunde, o
exalta. Y las personas de poco raciocinio cometen
atropellos a mansalva en nombre de una libertad
manipulada.
Liberado en sus conceptos, el lenguaje cotidiano a
veces nos resulta singular.
El lenguaje - por Alice Ferreira
Fuentes: SYRIA POLETTI , El idioma de Marco Denevi
MARCO DENEVI Obras completas. Vol. 2- 1983. Ed. Corregidor.