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Pintura Argentina
Prilidiano Pueyrredón, “Un alto en el campo”

Alejandra Galeanoff

El arte como producto histórico y social, siempre estuvo al lado del hombre, desde sus comienzos en la época de las cavernas con las pinturas en las cuevas, y ha dejado testimonio de su ser, su sentir, de su hacer. Retomando las palabras de Kandinsky, “Toda obra de arte es hija de su tiempo, muchas veces es madre de nuestros sentimientos”(1), acercarnos a las distintas manifestaciones artísticas, nos va a permitir descubrir las vivencias, las preocupaciones, los sueños del hombre, en cada época.
Revisando el acontecer artístico de nuestra historia, comenzando desde la época de la colonia se observa esta interrelación entre la obra y su tiempo; la dependencia política, económica y cultural hacia la madre patria, España, hacía que las manifestaciones artísticas latinoamericanas se rigieran por la continuidad de las actividades desarrolladas en la metrópoli, por lo tanto, fue meramente receptiva, sin dar origen a una producción con caracteres propios.
Sin embargo, Buenos Aires, como ciudad-puerto conectada con el exterior adquirió un cariz progresista que vino de la mano de la afirmación de una elite social dispuesta al consumo de actividades artísticas. Esta particularidad atrajo gran cantidad de artistas europeos, requeridos por la sociedad para la ornamentación y el entretenimiento en los espacios privados, públicos, religiosos y civiles.
Podemos mencionar el marino inglés Emeric Essex Vidal; el francés Juan Felipe Goulu quien vivió en Bs. As. Durante cuarenta años hasta su muerte, alternando su labor artística con la enseñanza particular. Los grabadores César Hipólito Bacle y Juan Bautista Douville. En todos ellos se observa un propósito documental, un deseo de perpetuar gráficamente nuestros paisajes, costumbres o personajes característicos, capturando el espíritu criollo.

pintura argentina
          Emeric Essex Vidal                                                César Hipólito Bacle

Con el correr del tiempo, estas manifestaciones artísticas dejaron de ser “simples relatos de viajeros” para convertirse en testimonios de una ciudad creciente interesada en mostrarse; la clase dominante de la sociedad porteña aspiraba ser retratada como actores sociales protagonistas de una élite cuasi cosmopolita. Bernardino Rivadavia, como promotor del progreso tratará de acercar a estas tierras la modernidad europea, y con ese objetivo convoca otros profesionales europeos, como Carlos Enrique Pellegrini, Augusto Monvoisin, Lorenzo Fiorini, Mauricio Rugendas, Amadeo Gras y Adolfo D´Hastrel, quienes a pesar de los distintos orígenes, méritos, técnicas y temperamentos adscribían a criterios artísticos del Neoclasicismo - claridad estructural y el predominio del dibujo sobre el color - aún imperante en Europa. Pintaron, dibujaron y grabaron personajes de la época y escenas costumbristas.
En el período de organización nacional (1853-1880), el arte no sólo acompañó este intrincado proceso sino que aportó a la construcción de nuestra identidad como Nación. Surgen los primeros pintores formados en la Argentina, Carlos Morel, Fernando García del Molino, Prilidiano Pueyrredón, dúctil retratista de las figuras de la sociedad porteña y sus costumbres, quienes se enrolaron en un romanticismo ingenuo de cuño local, de corte costumbrista. Le siguieron Juan Manuel Blanes, un riguroso historicista, y Cándido López, quien reflejó con particular estilo la guerra del Paraguay. Todos ellos, preocupados por la identidad nacional, plasmaron en sus telas la esencia de un país en formación.
La llamada Generación del 80, produce un desarrollo en el arte argentino promovido desde el gobierno nacional, fundando las primeras instituciones artísticas del país: la Sociedad Estímulo de Bellas Artes, fundada en 1876, los salones del Ateneo, y el Museo Nacional de Bellas Artes, en 1895. Con estas instituciones se unifica la enseñanza, dando lugar al surgimiento de toda una generación de pintores, escultores y grabadores competentes que por su saber y su esfuerzo se impuso en el ámbito patrio y suplantó en poco tiempo a los venidos de afuera.

pintura Argentina
Carmen Arriagada por Mauricio Rugendas // Fiestas mayas en Buenos Aires en 1841, Litografía de Carlos Pellegrini // Carlos Morel

 

Sin embargo, a partir de 1880 lo más importante para la Historia del Arte Nacional es lo que se comienza a gestar en Europa con la formación académica de los becarios, promovidos por la Sociedad Estímulo de Bellas Artes, que asistieron a escuelas oficiales europeas. Éstos, trajeron de su experiencia europea una concepción mixta del arte donde se combinan aspectos del romanticismo, del realismo y del clasicismo, híbrida mezcla apoyada por la opinión pública generalizada del momento, que desdeñaba la producción de otros geniales artistas precursores de una visión moderna, como Gauguin, Monet, Rodin, Cezanne, Manet, Van Gogh, Seurat, Degas.
Entre ellos se destacan Eduardo Sívori, considerado el introductor de naturalismo en el país, Eduardo Schiaffino, primer director del Museo Nacional de Bellas Artes, y primer historiador del arte argentino, Ernesto de la Cárcova, Reinaldo Giudici y Ángel Della Valle; todos ellos con gran capacidad técnica, abarcaron un arco de temas, que va desde el historicismo al verismo o el costumbrismo moralizante. Más tarde, en los primeros años del siglo XX Martín Malharro, inicia el camino de la actualización de la Pintura nacional.
No podemos negar que la pintura surgió sin el aporte indígena, autóctono, nuestro, y desde sus comienzos estuvo basada en una tradición europea, tanto desde el punto de vista técnico como de los factores expresivos, sin embargo a partir de esta época adquiere un matiz personal que con el tiempo se tornará más vigoroso, sobre todo a partir de mediados del siglo XX con el surgimiento del arte Madí, auténtico movimiento argentino de reconocimiento internacional.
Podríamos preguntarnos si el arte contribuyó al sentimiento de identidad nacional, o como hija de su tiempo, nuestra historia le imprimió ese carácter y estilo. La respuesta es ambigua, sin embargo no podemos negar que la producción artística forma parte de nuestro patrimonio y éste es un elemento identitario de una sociedad que los preserva. Indudablemente un pintor, escritor, músico, transmite en su arte muchos elementos que no se propone al realizar su obra, su cultura, la de sus ancestros, sus vivencias, sus deseos, .... Algo que prevalece más allá de su intencionalidad como artista, esa cultura inmaterial que no se manifiesta físicamente pero que está en los colores, en las pinceladas, en los temas, en las concepciones de los textos escritos, en la música, que representan un modo particular de ver, un “soy de aquí”, un “somos esto”, que en definitiva forman el Patrimonio Intangible.

pintura ArgentinaEduardo Sívori. “El despertar de la criada” // Ernesto de la Cárcova. “Sin pan y sin trabajo” // Reinaldo Giudici. “La sopa de los pobres”

 

(1) KANDINSKY; “De lo espiritual en el arte”; Ed. Paidós; Bs. As; pág.7.


 

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