Sólo hay una guerra que puede permitirse el ser humano: la guerra contra su extinción.
Isaac Asimov 1
1 Isaac Asimov: 1920-1992. Escritor y bioquímico estadounidense de origen ruso. Conocido por sus obras de ciencia ficción y divulgación científica. Se inicia con relatos cortos en 1939. En 1950 publica su primera novela Un guijarro en el cielo. Esta etapa duró hasta 1958, finalizando con: El sol desnudo. En los siguientes 25 años publicó solamente cuatro libros de ciencia ficción. A partir de 1982, se inició la segunda etapa de su carrera en este género con la publicación de Los límites de la Fundación.

Maestro:
Héctor Germán Oesterheld,
Un Maestro de la Ficción y la Historieta
Perfil: 1919 - 1977. Nacido en Buenos Aires, de ascendencia alemana leía clásicos de aventuras y obras de la literatura griega. Estudió Ciencias Naturales y Geología. Publicó su primer cuento, Truila y Miltar, en el diario La Prensa (1943). Dejó su carrera de geólogo por las letras y se abocó a escribir guiones para historieta. Comenzó a hacerse conocer y tener mucho éxito con tiras como Bull Rockett, el Sargento Kirk. Trabajó con dibujantes como Alberto Breccia, Hugo Pratt y Paul Campani. Su intensa dedicación y el éxito de sus tiras lo llevaron a crear la Editorial Frontera, junto a un hermano. Editorial Frontera lanzó las revistas Hora Cero y Frontera, de resonante éxito. Oesterheld, le dio a la guerra, el espacio humano que no se tenía en cuenta, porque muestra que la lucha es llevada entre seres humanos que aman, desean y sufren, no importa el bando al cual se pertenezca. Punto de inflexión que determinará a sus personajes y surgen prototipos como Randall y Ticonderoga. Finalmente crea la serie El Eternauta, (1957) dibujada por Solano López. Muestra una invasión en Argentina, una lucha cuerpo a cuerpo, sin armas poderosas que sucede en los barrios y pueblos argentinos, quienes resisten a situaciones imposibles donde priman la sagacidad, el ingenio y la temeridad, que sorprende y deja sin respiro a miles de lectores de todas las edades. Hoy, sus largos pasos todavía resuenan, El Eternauta no se detiene. Con su mirada acerada y serena nos sale al encuentro en cualquier esquina, presto a darnos detalles de la situación y por qué no, a sumarnos a su epopeya.
Años después modifica detalles del guión y la publica en la revista Gente con dibujos de Alberto Breccia, pero por problemas con la editorial, es obligado a terminar la historia en tres entregas, transformándola en un resumen de la original. En la década del setenta aparece la segunda parte en la revista Skorpio, otra vez de la pluma de Solano López .
Oesterheld y su modo de armar mundos y transformar personajes ha generado la admiración de muchos escritores y guionistas en los que se aprecia su influencia y que por estos tiempos son desatacados historietistas y dibujantes, que impulsan el género de la Ciencia Ficción en nuestro país.
......................................................................................................................
Cuento
Exilio
Nunca se vio en Gelo algo tan cómico. Salió de entre el roto metal con paso vacilante, movió la boca, desde el principio nos hizo reír con esas piernas tan largas, esos dos ojos de pupilas tan increíblemente redondas.
Le dimos grubas, y linas, y kialas.
Pero no quiso recibirlas, fíjate, ni siquiera aceptó las kialas, fue tan cómico verlo rechazar todo que las risas de la multitud se oyeron hasta el valle vecino.
Pronto se corrió la voz de que estaba entre nosotros, de todas partes vinieron a verlo, él parecía cada vez más ridículo, siempre rechazando las kialas. La risa de cuantos lo miraban era tan vasta como una tempestad en el mar.
Pasaron los días, de las antípodas trajeron margas, lo mismo, no quiso ni verlas, fue para torcerse de la risa.
Pero lo mejor de todo fue el final: se acostó en la colina, de cara a las estrellas, se quedó quieto, la respiración se le fue debilitando, cuando dejó de respirar tenía los ojos llenos de agua.
Sí, no querrás creerlo pero los ojos se le llenaron de agua, d-e-a-g-u-a, como lo oyes.
Nunca, nunca se vio en Gelo nada tan cómico.
......................................................................................................................
Análisis del Cuento
Por Marta Rosa Mutti
Es un cuento breve de Ciencia Ficción. Desarrolla escenarios y elementos ajenos al mundo conocido. Crea palabras, gíglicos, para denominar a los mismos, y generar efectos de sorpresa y asombro.
En cuanto a la historia es lineal, por superficie narra lo que puede visualizarse como el arribo o desembarco de un humano en un mundo totalmente ajeno a él, otro planeta quizá, un lugar al que sólo se puede (hasta hoy) arribar gracias al viaje de la imaginación.
Bajo trama, vemos algunos aspectos que tienen bisagras comunes con la conducta humana de todos los tiempos. Como por ejemplo la burla, la falta de solidaridad y afecto, y mucho más que el ojo del lector seguramente descubrirá. Sin necesidad de un salto a otra galaxia, miremos un poco en derredor, ¿acaso cientos de ojos no se reunieron para ver cómo quemaban a Juana de Arco?, ¿o cuando descuartizaron a Tupac Amarú?, claro no todos ven, no todos miran, pero aquí nos internaríamos en otros terrenos y de lo que tratamos, es de ciencia ficción.
Al decir de Borges:
Al destino le agradan simetrías y anacronismos. Tema que bien puede señalar identidades y por qué no, destinos.

SiIvina Ocampo
Perfil: nació en Buenos Aires en 1903, en la casa de la calle Viamonte 550. Fue la menor de las seis hijas de Manuel Silvino Ocampo y Ramona Aguirre. En 1933 conoció a Adolfo Bioy Casares, con quien se casó en 1940. Tuvieron una única hija, Marta, en 1954. Obtuvo el Premio Municipal por "Espacios métricos" (poesía) en 1954, el Segundo Premio Nacional de Poesía por "Los nombres" en 1953, el Premio Nacional de Poesía por "Lo amargo por dulce" en 1962, y el Premio del Club de los 13 por "Cornelia frente al espejo" en 1988. Murió en Buenos Aires en 1994. Son algunas de sus obras Viaje Olvidado (cuentos), Buenos Aires, Sur, 1937. Enumeración de la patria (poesía), Buenos Aires, Sur, 1942. Espacios métricos (poesía), Buenos Aires, Sur, 1942. Los sonetos del jardín (poesía), Buenos Aires, Sur, 1946. Autobiografía de Irene (cuentos), Buenos Aires, Sur, 1948. Reeditado en Orión, 1976. Poemas de amor desesperado (poesía), Buenos Aires, Sudamericana, 1949. Los nombres (poesía), Buenos Aires, Emecé, 1953. Pequeña antología, Buenos Aires, Editorial Ene, 1954.
......................................................................................................................
Cuento
Cielo de claraboyas
La reja del ascensor tenía flores con cáliz dorado y follajes rizados de fierro negro, donde se enganchan los ojos cuando está triste viendo desenvolverse, hipnotizados por las grandes serpientes, los cables del ascensor. Era la casa de mi tía más vieja adonde me llevaban los sábados de visita. Encima del hall de esa casa con cielo de claraboyas había otra casa misteriosa en donde se veía vivir a través de los vidrios una familia de pies aureolados como santos. Leves sombras subían sobre el resto de los cuerpos dueños de aquellos pies, sombras achatadas como las manos vistas a través del agua de un baño. Había dos pies chiquitos, y tres pares de pies grandes, dos con tacos altos y finos de pasos cortos. Viajaban baúles con ruido de tormenta, pero la familia no viajaba nunca y seguía sentada en el mismo cuarto desnudo, desplegando diarios con músicas que brotaban incesantes de una pianola que se atrancaba siempre en la misma nota. De tarde en tarde, había voces que rebotaban como pelotas sobre el piso de abajo y se acallaban contra la alfombra. Una noche de invierno anunciaba las nueve en un reloj muy alto de madera, que crecía como un árbol a la hora de acostarse; por entre las rendijas de las ventanas pesadas de cortinas, siempre con olor a naftalina, entraban chiflones helados que movían la sombra tropical de una planta en forma de palmera. La calle estaba llena de vendedores de diarios y de frutas, tristes como despedidas en la noche. No había nadie ese día en la casa de arriba, salvo el llanto pequeño de una chica (a quien acababan de darle un beso para que se durmiera, que no quería dormirse), y la sombra de una pollera disfrazada de tía, como un diablo negro con los pies embotinados de institutriz perversa. Una voz de cejas fruncidas y de pelo de alambra que gritaba "¡Celestina, Celestina!", haciendo de aquel nombre un abismo muy obscuro. Y después que el llanto disminuyó despacito... aparecieron dos piecitos desnudos saltando a la cuerda, y una risa y otra risa caían de los pies desnudos de Celestina en camisón, saltando con un caramelo guardado en la boca. Su camisón tenía forma de nube sobre los vidrios cuadriculados y verdes. La voz de los pies embotinados crecía: "¡Celestina, Celestina!". Las risas le contestaban cada vez más claras, cada vez más altas. Los pies desnudos saltaban siempre sobre la cuerda ovalada bailando mientras cantaba una caja de música con una muñeca encima. Se oyeron pasos endemoniados de botines muy negros, atados con cordones que al desatarse provocan accesos mortales de rabia. La pollera con alas de demonio volvió a revolotear sobre los vidrios; los pies desnudos dejaron de saltar; los pies corrían en rondas sin alcanzarse; la pollera corría detrás de los piecitos desnudos, alargando los brazos con las garras abiertas, y un mechón de pelo quedó suspendido, prendido de las manos de la pollera negra, y brotaban gritos de pelo tironeado. El cordón de un zapato negro se desató, y fue una zancadilla sobre otro pie de la pollera furiosa. Y de nuevo surgió una risa de pelo suelto, y la voz negra gritó, haciendo un pozo obscuro sobre el suelo: "¡voy a matarte!". Y como un trueno que rompe un vidrio, se oyó el ruido de jarra de loza que se cae al suelo, volcando todo su contenido, derramándose densamente, lentamente, en silencio, un silencio profundo, como el que precede al llanto de un chico golpeado.
Despacito fue dibujándose en el vidrio una cabeza partida en dos, una cabeza donde florecían rulos de sangre atados con moños. La mancha se agrandaba. De una rotura del vidrio empezaron a caer anchas y espesas gotas petrificadas como soldaditos de lluvia sobre las baldosas del patio. Había un silencio inmenso; parecía que la casa entera se había trasladado al campo; los sillones hacían ruedas de silencio alrededor de las visitas del día anterior.
La pollera volvió a volar en torno de la cabeza muerta: "¡Celestina, Celestina!", y un fierro golpeaba con ritmo de saltar a la cuerda.
Las puertas se abrían con largos quejidos y todos los pies que entraron se transformaron en rodillas. La claraboya ya era de ese verde de los frascos de colonia en donde nadaban las polleras abrazadas. Ya no se veía ningún pie y la pollera negra se había vuelto santa, más arrodillada que ninguna sobre el vidrio.
Celestina cantaba Les Cloches de Corneville, corriendo con Leonor detrás de los árboles de la plaza, alrededor de la estatua de San Martín. Tenía un vestido marinero y un miedo horrible de morirse al cruzar las calles.
......................................................................................................................
Análisis del Cuento
Por Marta Rosa Mutti
Es este un cuento donde la escena se levanta desde el animismo, una provocación a los sentidos que nos lleva a golpear la puerta de la psiquis para preguntar y para exigir respuestas.
…voces que rebotaban como pelotas sobre el piso de abajo y se acallaban contra la alfombra
…Las risas le contestaban cada vez más claras, cada vez más altas. Los pies desnudos saltaban siempre sobre la cuerda ovalada bailando mientras cantaba una caja de música con una muñeca encima.
Silvina Ocampo construye mundos escindidos y luego, abre pasadizos y socava galerías. He ahí un pasaje hacia lo extraño y lo fantástico. Hecho este enlace de tiempos - espacios, las palabras sueltan secretos entre lo que sucede, lo que se supone y lo que se observa, de ese modo se constituye otra realidad, que transcurre al mismo tiempo que la expuesta sobre línea en el texto.
Cielo de Claraboya, tiene una voz narradora invisible y un ojo que cuenta lo que ve quizá difuso, quizá supuesto. La claraboya da a la habitación de una niña, allí, una escena de un crimen que no sucede, pues la niña no muere, ¿o se trata de otro tipo de muerte? Juego textual que levanta lo prohibido, tal vez la inocencia arrebatada, donde la crueldad de la mirada, que surge de ese ojo y esa voz que narran, se empeña en desvestir esa otra realidad tan oscura como ellos la determinan.
Observemos al respecto, el último párrafo del cuento:
Celestina cantaba Les Cloches de Corneville, corriendo con Leonor detrás de los árboles de la plaza, alrededor de la estatua de San Martín. Tenía un vestido marinero y un miedo horrible de morirse al cruzar las calles.
La niña retoza en el parque, nada le ha ocurrido, sin embargo teme por su vida si cruza la calle.
Ahora cabe preguntarnos: ¿la calle como tal, o como traspaso de umbral hacia sitios y acciones donde se captura lo indecible?
Las respuestas, cada lector pude hallarlas en este maravilloso cuento habitado a su modo, desde luego, por fantasmas…
El mundo fantasmático de los adultos tiene su desarrollo entre muros. El de los niños va con ellos ya sea entre paredes o fuera de ellas.
|